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Foto del escritorManuel Alméstar

La ópera del 2x2

Actualizado: 21 abr

Han pasado ya los primeros 120 días desde que la OMS declaró la pandemia mundial. Lo que algunos veíamos con gran desconcierto desde hacía semanas atrás, se evidenció como un baño de realidad. Esto representó - y representa - replantear rápidamente los modelos, no solo económicos, medioambientales y sanitarios, sino también como nos interrelacionamos y como teníamos preconcebida esa hoy inexistente realidad. Desde las acciones más simples fueron trastocadas: un saludo, un beso, un gesto de compañerismo, una bofetada, un increpar tajante, una caricia espontanea, un reencuentro anhelado, el llanto cercano por la muerte de alguien querido. Así como la vida misma, la ópera nos lleva a esos momentos, en donde a través del arte con mas interrelaciones entre sus tipologías, nos lleva a historias desde la mitológica Walhala en el Nibelungo de Wagner, como a aquel brindis por el amor y la vida de Violeta y Alfredo en la Traviata de Verdi. Y es justamente Verdi que, de la mano del Teatro Real, nos llevan a brindar por la vida en esta nueva normalidad. Una normalidad escénica que tiene que ver su parangón en la normalidad real.


Imágenes: Berliner Ensemble Theater

Un escenario sin decorado. Un damero en escala real. Una cuadricula de 12 columnas por 10 filas de 2 por 2 metros marcando el espacio vital de cada personaje. En las tres primeras filas los personajes protagónicos sobre pequeñas alfombras blancas. Quizás Verdi, como gran amante del drama hubiera aprobado este valor simbólico, un pequeño archipielago escenico, como si cada personaje fuera una pequeña isla. Como si cada uno quisiera contar su propia historia y cada uno/a es el/la protagonista de ella.


Imágenes: Teatro Real



Metros más atrás, en la sombra y vestidos de negro: el coro. Quien hubiera dicho que, siendo el cantar en coro uno de los artes que requieren más empatía y trabajo en equipo, requiera de este un sobreesfuerzo de crear ese mismo empaste a través del 2x2. Por otro lado, la orquesta compuesta por 56 músicos, en un espacio que podría ocupar una Elektra (opera de Wagner que requiere cerca de 120 músicos) cumpliendo con todas las medidas de seguridad.

Es muy paradójico que sea la Traviata con que el mundo de la ópera se abre paso tras el COVID-19. La muerte de Violeta en el cuarto acto debido a un mal respiratorio es espejo de la realidad. El deseo contenido es un ingrediente tácito en esta puesta en escena, reflejando ese deseo que vivimos durante 120 días en familias que no pudieron abrazarse, ni despedir a un ser querido.

Recordemos que, en los días buenos y malos, los artistas dan la esperanza a la sociedad y sin esperanza no hay sociedad. Nos sentimos agradecidos de estar aquí y servir al bien común, que es más grande que nosotros mismos.” Michael Fabiano

Podríamos decir que musicalmente la Traviata se desarrolla como en la antigua normalidad y con la calidad que el Teatro Real nos tiene acostumbrados. Es innegable la gran apuesta que han puesto sobre la mesa para decirnos que la ópera sobrevive, y que los artistas son la herramienta para ello. Tal como dijo Michael Fabiano: “Nosotros los artistas somos esenciales, trabajamos a su servicio. Recordemos que, en los días buenos y malos, los artistas dan la esperanza a la sociedad y sin esperanza no hay sociedad. Nos sentimos agradecidos de estar aquí y servir al bien común, que es más grande que nosotros mismos.”


Hace 120 días nos negaron la posibilidad de acercarnos. 120 días después, dos metros nos separan. Esperemos que pronto llegue el día que esa distancia se diluya y brindemos artistas y público nuevamente como Violeta y Alfredo: por el amor y la vida.




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