Tristana, libre y a quemarropa
- Manuel Alméstar
- 28 jun
- 3 Min. de lectura
¿Puede una historia del siglo XIX resonar con las ansiedades de 2025? Tristana, la ópera que inauguró el Festival Ópera a Quemarropa el pasado 27 de junio en el Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial, no solo responde que sí: lo grita. Y lo hace con una puesta en escena donde la voz, la música, la tecnología y el pensamiento crítico se conjugan para hablarnos de libertad, deseo, sometimiento y lucha.

Basada en la novela homónima de Benito Pérez Galdós, adaptada al cine por Buñuel y ahora transformada en ópera de cámara por Miguel Huertas-Camacho, Tristana se presenta como una obra profundamente catártica y, sobre todo, necesaria. Huertas-Camacho firma una partitura estilizada, envolvente y profundamente orgánica, que no busca imponerse sobre la dramaturgia, sino respaldarla y potenciarla. Su música no interrumpe la acción ni busca robar protagonismo con gestos grandilocuentes o fuegos de artificio orquestales: al contrario, actúa como una piel sonora que envuelve la escena con sensibilidad y precisión.
La protagonista de Tristana cobra vida en la figura de una imponente Ruth González, quien a tan solo cinco días de haber cerrado funciones en “La tabernera del Puerto” en el Teatro de la Zarzuela, asume —con una solvencia poco común— una triple función: intérprete vocal, productora ejecutiva de la ópera y directora artística del festival Ópera a Quemarropa. Desde el punto de vista vocal, González muestra un buen control técnico con una línea de canto sostenida, timbre brillante sobre todo en el registro medio-agudo. En términos interpretativos, su Tristana es compleja y tridimensional: no solo encarna a una mujer en conflicto con su entorno masculino —representado por su maestro y su amante—, sino que proyecta una lucha más amplia contra un sistema patriarcal que la constriñe estructuralmente.
El elenco vocal, completado por el barítono Enrique Sánchez-Ramos (Lope) y el tenor César Arrieta (Horacio), brilla por su equilibrio y por una compenetración notable. Los tres cantantes no solo destacan por sus timbres cálidos y bien proyectados, sino también por una dicción clara y cuidada, que permite al público seguir la historia incluso en los momentos de mayor complejidad emocional, y también cuando los subtítulos fallan.
La puesta en escena apuesta por el uso de cámaras laterales y cenitales que multiplican las perspectivas de la narración. El espectador ya no es solo un observador frontal, sino un testigo desde todos los ángulos de la angustia, el deseo y la opresión del personaje. Se genera una sensación de vigilancia que acentúa la claustrofobia que vive Tristana: incluso cuando escapa, hay siempre un ojo —el del público, el del poder, el de la culpa— sobre ella.
La conexión entre esta Tristana y el “Sempre libera” de "La Traviata" no es casual. Ambas mujeres desean libertad. Ambas desafían su tiempo. Ambas pagan un precio. Pero lo que hace a esta Tristana especialmente relevante es su conciencia de que la historia no ha cambiado tanto, y que aún es necesario alzar la voz —y qué mejor que desde la ópera— para cuestionar los sistemas que nos aprietan por dentro y por fuera.
En un tiempo donde muchos se preguntan si la ópera necesita modernizarse, Tristana no se preocupa por la etiqueta. No se disfraza de “nueva ópera” ni pretende romper con todo: simplemente cuenta una historia potente, con cantantes brillantes, desde una puesta actual y valiente. Como bien dijo Nadine Sierra en la rueda de prensa de La Traviata (Teatro Real, 2025): no se trata de “modernizar la ópera”, sino de contar buenas historias con buenos intérpretes. Y eso es justo lo que hace Tristana.
Ópera a Quemarropa, en su edición más internacional y atrevida, arranca con un disparo certero. Tristana no es solo una ópera de apertura, es una declaración de intenciones: aquí hay riesgo, hay pensamiento crítico y hay ganas de romper los moldes. La ópera no está en llamas. Está más viva que nunca.
Reparto | Tristana: Ruth González (soprano) Lope: Enrique Sánchez-Ramos (barítono) Horacio: César Arrieta (tenor) Saturna: Luisa Torregrosa (actriz). Ensemble | Piano: Miguel Huertas-Camacho Percusión: Juanjo Guillem Violonchelo: Irene Celestino. Paisaje sonoro y composición electrónica: Pedro Frágüela. Espacio escénico y vídeo | Ricardo Campelo. Iluminación | Luiggi Falcone. Vestuario | Rhina Ayudante de dirección | Miguel Ángel Gómez Paredes. Producción | Ruth González. Coproducción de: Ópera de Tenerife, Comunidad de Madrid y Teatro Xtremo
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