Manuel Alméstar
PETER GRIMES de Benjamin Britten, destruir al intruso.
Actualizado: 21 abr
DATOS PRÁCTICOS
Lugar: Teatro Real de Madrid, Plaza Isabel II, s/n. (Plaza de Oriente) 28013 Madrid
Fechas: del 19 de abril al 10 de mayo del 2021
Entradas: de 15 a 413 euros, ver enlace
Entre el 19 de abril y el 10 de mayo, el Teatro Real ofrecerá 9 funciones de una nueva producción de Peter Grimes, que se presentará posteriormente en los teatros coproductores: Royal Opera House de Londres, Opéra national de Paris y Teatro dell’Opera di Roma.
El equipo artístico de la ópera es el mismo que triunfó en 2017 con Billy Budd, la producción más premiada del Teatro Real: Ivor Bolton en la dirección musical, Deborah Warner en la dirección de escena, Michael Levine en la escenografía y Kim Brandstrup en la coreografía.
Deborah Warner y Michael Levine han revisitado la costa de Suffolk, que inspiró la partitura de Benjamin Britten, y han trasladado a la escena la atmósfera pobre y desamparada de algunos de sus pueblos en la actualidad.
Ivor Bolton estará al frente de un reparto coral en el que destaca el debut del tenor Allan Clayton (Peter Grimes) y la soprano Maria Bengtsson (Ellen Orford) en sus respectivos papeles, y la vuelta al Real del barítono Christopher Purves (Capitán Balstrode).
En esta ópera magistral, los habitantes de un pequeño pueblo costero, cuya dura vida trascurre bajo el influjo implacable del mar, se enfrentan, sentencian, calumnian y humillan a un pescador hosco y violento que anhela torpemente integrarse en esa sociedad que lo desprecia. La pregunta que late a lo largo de todo el drama -¿es Peter Grimes el asesino de un niño?- desencadena muchas otras, de gran hondura, a las que Britten no contesta, aunque su música trata siempre con una conmovedora compasión a los seres marginados y solitarios.
Cuando en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, Benjamin Britten (1913-1976) y su inseparable pareja, el tenor Peter Pears, se encontraban en California, descubren la obra del poeta inglés George Crabbe (1754-1832) que, como Britten, había nacido en un pueblo de la costa de Suffolk, escenario de todas sus historias. Fue tal la identificación y empatía de Britten con ese mundo tan cercano y añorado, que decide volver a Inglaterra impulsado por un revelador sentimiento de pertenencia y arraigo que lo llevan a fijar su residencia, para siempre, en esas tierras a orillas del mar del Norte. Allí mismo vive también el desdichado Peter Grimes, personaje del poema The Borough, de Crabbe, que Britten decide transformar en una ópera, esbozada, con la ayuda de Pears, durante la travesía en barco que los dos hicieron de vuelta a su patria.
En Inglaterra, donde la homosexualidad estaba penalizada, les esperaba una vida difícil en la que tendrían que esconder su amor de la sociedad bien pensante. Este hecho subyace en la ópera y en casi toda la producción operística de Britten, protagonizada por seres insondables, oscuros, a los que se contraponen generalmente víctimas inocentes.
Para mostrar en toda su crudeza el drama de Peter Grimes, estigmatizado en una sociedad que crea sus propios monstruos, Deborah Warner, con la complicidad del escenógrafo Michael Levine, ha situado el drama en una población muy pobre de la costa de Suffolk. Ahí permanecen la misma línea del horizonte, la furia del mar y la playa de guijarros que inspiraron la poesía de Crabbe y la ópera de Britten. Pero la miseria y el desamparo de sus gentes en la actualidad son fundamentales en la puesta en escena, en la que sobresale el meticuloso trabajo de Warner, que explora siempre la hondura psicológica de los personajes.
Para ello cuenta con un reparto en el que destacan el debut, en sus respectivos papeles, del tenor Allan Clayton (Peter Grimes) y de la soprano Maria Bengtsson (Ellen Orford), y la vuelta al Teatro Real del barítono Christopher Purves (Capitán Balstrode), protagonista del estreno mundial de The Perfect American, de Philip Glass, en 2013 y de Written on Skin, George Benjamin, en 2016.
También vuelven al Real dos intérpretes que actuaron en Billy Budd en 2017: Jacques Imbrailo, protagonista de la ópera en 2017 y que ahora interpreta el papel de Ned Keene, y Clive Bayley como Swallow. Les acompañan Catherine Wyn-Rogers (Auntie), John Graham Hall (Bob Boles), Rosie Aldridge (Mrs. Sedley), James Gilchrist (Rev. Horace Adams), Barnaby Rea (Hobson), Rocío Pérez (sobrina primera) y Natalia Labourdette (sobrina segunda).
El Coro Titular del Teatro Real, preparado, como siempre, por su director Andrés Máspero, tiene en esta ópera un importante cometido tanto musical como dramatúrgico. Actuará junto a la Orquesta Titular del Teatro Real, bajo la dirección de su director musical Ivor Bolton.
Qué debes esperar: Un conmovedor drama en un prólogo, tres actos y un epílogo. Se trata de una de las primeras óperas inglesas notables (y exportables a otros países) desde que Henry Purcell diera a conocer Dido y Eneas en la ya lejana fecha de 1689. Basta con mirar lo que Peter Grimes contiene: una música fresca y vigorosa, un retrato espeluznante de la cerrada mentalidad de los habitantes de los pueblos pequeños, un antihéroe no muy agradable y una descripción tan convincente del mar que sus interludios orquestales se suelen ejecutar en los conciertos sinfónicos.
Trivialidades sorprendentes: Benjamin Britten se mudó al pueblo donde ocurre la acción, Aldeburgh, poco después del estreno de la obra. Y lo hizo con Peter Pears, el tenor que encarnó el papel principal y con el que compartió toda su vida.
ARGUMENTO
Prólogo
En la sala de juntas del Ayuntamiento de una pequeña localidad pesquera inglesa están los vecinos dispuestos a asistir al juicio de Peter Grimes, un pescador solitario y huraño cuyo aprendiz ha fallecido mientras faenaban en alta mar. Tras un cambio en la dirección del viento, Grimes y el muchacho hubieron de permanecer en la barca tres días sin suficiente provisión de agua dulce, por lo que el chico murió de sed. Tras alcanzar la orilla, Grimes fue auxiliado por la maestra del pueblo, Ellen Orford. Swallow, abogado, alcalde y juez local, falla finamente que se ha tratado de una muerte fortuita, no imputable a Grimes, pero aconseja a este que no vuelva a contratar aprendices tan jóvenes, sino pescadores adultos y experimentados. Es una recomendación imposible de seguir por parte de Grimes. En el dúo final entre Peter y Ellen, ella le dice que desea devolverle la respetabilidad perdida. Sigue el primer interludio orquestal, Amanecer.
Acto I
Escena 1
Una calle cerca del mar junto al rompeolas. Balstrode, capitán de la marina mercante retirado, observa el mar con su catalejo y varios pescadores entran en El jabalí, la taberna local, donde se congregan el reverendo, Mrs. Sedley, Auntie –el apodo de la dueña de la taberna– y sus dos supuestas sobrinas, Bob Boles -un pescador metodista- y el alcalde. Mientras tanto, fuera, Grimes pide ayuda para sacar su barca a tierra con el cabrestante, pero solo encuentra la colaboración de Balstrode y Ned Keene, el boticario. Este último anuncia que ha comprado y pagado un nuevo aprendiz para Grimes: un hospiciano, como el anterior. Hobson, arriero encargado de hacer portes con su carro, se niega a ir a recogerlo pero, para sorpresa de todos, Ellen Orford se muestra dispuesta a ir al hospicio para hacerse cargo personalmente del nuevo aprendiz. Balstrode vaticina con su catalejo la llegada inminente de una tormenta. Él y Grimes se quedan solos mientras los vecinos se dan consejos para refugiarse de la tormenta. Muchos de ellos se guarecen en El jabalí. Balstrode aconseja a Grimes que deje el pueblo, donde los últimos acontecimientos han acentuado su pésima reputación, y el pescador rememora la angustia vivida durante la agonía de su último aprendiz. Su ilusión es esquilmar el mar para hacerse rico, comprarse una casa y casarse con Ellen. Balstrode entra en la taberna cuando arrecia la tormenta, mientras que Grimes permanece frente al mar en actitud desafiante. Cae el telón y la orquesta toca el segundo interludio, Tormenta.
Escena 2
La escena tiene lugar en el interior de El jabalí. La tabernera Auntie abre la puerta con dificultad a Mrs. Sedley, que viene a que Keene le haga entrega de sus pastillas de láudano, al que es adicta la anciana. Van llegando diversos vecinos y cada vez que se abre la puerta saltan los postigos y el viento aúlla con fiereza. Aparecen las sobrinas, con las que intenta coquetear Boles, ya borracho. Keene llega con la noticia de que se ha derrumbado el acantilado junto al chamizo de Grimes, quien entra de improviso, empapado de la cabeza a los pies, ebrio y cantando frases enigmáticas. En medio del desconcierto general, Boles intenta agredir a Grimes, pero Balstrode lo impide. Por fin llegan Hobson, Ellen y el nuevo aprendiz, también calados y llenos de barro. Grimes se lleva al pequeño de inmediato y salen en medio del fragor de la tormenta.
Acto II
Escena 1
Suena el tercer interludio orquestal, Mañana de domingo. Los fieles asisten al servicio religioso y Ellen hace su labor mientras intenta hablar con el nuevo aprendiz, que guarda silencio. Descubre un desgarrón en su chaqueta y, al observarlo más de cerca, advierte que el niño tiene un cardenal en el cuello. Grimes, por su parte, ha avistado un gran banco de peces y quiere hacerse a la mar de inmediato, a pesar de ser el día de descanso estipulado tras una intensa semana de trabajo. Lo hace para comprar una casa -dice- y para que ambos sean libres, pero Ellen desconfía de él al observar el trato violento que depara al muchacho. Varios vecinos que han presenciado la escena a escondidas corren la voz de que Grimes ha vuelto a las andadas. Balstrode es, una vez más, su único defensor y el reverendo, ante el clamor de los vecinos, propone ir a ver a Grimes a su chamizo. A instancias de Ellen, Balstrode se une a la comitiva, encabezada por Hobson (que también ejerce de alguacil) con su tambor. Solas en escena, Ellen, Auntie y las sobrinas manifiestan su confusión ante el curso que han tomado los acontecimientos. Sigue el cuarto interludio orquestal, Passacaglia.
Escena 2
En la escena se ve a Grimes en su chamizo, extremadamente humilde, lleno de aparejos de pesca, pero limpio y ordenado. Por la puerta entra John, el nuevo aprendiz, como empujado por Grimes, quien le tira la ropa de faena para que se la ponga de inmediato. El niño llora y Peter vuelve a fantasear con un futuro próspero al lado de Ellen. El niño sigue sin reaccionar y Grimes le arranca la chaqueta, le tira el jersey y lo derriba de un empellón. Suenan a lo lejos las imprecaciones de los vecinos. Grimes los ve acercarse y le ordena al muchacho que baje al acantilado por la puerta del fondo para echarse a la mar. El niño resbala y, por el grito que emite, imaginamos que se ha despeñado fatalmente por el precipicio. Se oyen golpes en la otra puerta y Grimes se apresura a bajar con cuidado por la misma que había utilizado el niño. Al observar el orden reinante en el chamizo, los vecinos piensan que ambos han salido a pescar y Swallow confía en que con ello se ponga fin a las maledicencias. Pero Balstrode descubre las ropas de John tiradas por el suelo, cierra la puerta que da a la calle y desciende por la que bajaron Grimes y su aprendiz.
Acto III
Escena 1
Suena el quinto interludio orquestal, Claro de luna. Vuelve a verse la calle frente al mar del comienzo del Acto I. En la sala del Ayuntamiento se celebra un baile y muchos hombres van y vienen de la sala a la taberna. Swallow corteja, sin éxito, a la primera sobrina. Mrs. Sedley le dice a Keene que el aprendiz de Grimes ha desaparecido y, tras atar cabos, animada por su pasión detectivesca y chismosa, ha llegado a la conclusión de que el pescador ha matado al muchacho. Keene hace caso omiso de sus cábalas y entra en El jabalí. Llegan de la playa Ellen y Balstrode, que comprueba que la barca de Grimes está en tierra, aunque no hay rastro ni de él ni del aprendiz. Ellen le muestra el jersey del muchacho, en el que ella misma había bordado un ancla, que ha encontrado en la orilla al bajar la marea. Poco después, Mrs. Sedley le enseña a Swallow la barca y este ordena la búsqueda inmediata de Grimes. Los vecinos se dispersan en todas direcciones gritando el nombre el pescador y a continuación suena el sexto interludio orquestal, La soledad de Peter Grimes.
Escena 2
En el mismo escenario vemos a Grimes solo junto a su barca. A lo lejos se oye una sirena de niebla. Grimes desvaría, sumido en sus cavilaciones, mientras siguen sonando los gritos con su nombre. Llegan Ellen y Balstrode, que le propone a Grimes que vaya hasta alta mar y hunda allí su bote. Tras ayudarlo, Balstrode vuelve a tierra y se encamina hacia el pueblo con Ellen, consolándola. Al amanecer, el pueblo parece recuperar su vida normal. Swallow comenta que la vigilancia costera acaba de anunciar que una barca está hundiéndose en alta mar. No hay posibilidad de salvamento. En el pueblo da comienzo lentamente un nuevo día.
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Fuente: Teatro Real de Madrid, Ópera para dummies.
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